El Coco de Bianchi

| sábado, mayo 20, 2006

Acerca de por qué los hinchas de Boca no quieren a Basile

Aclaro: esta es la mirada de UN hincha de Boca... no de EL hincha de Boca y mucho menos de TODOS los hinchas de Boca. Pero, como da la casualidad de que muchos se preguntan por qué los de Boca no quieren a Basile, o les resulta indiferente, y justamente a mí me pasa eso, paso a darles mi opinión.
Creo que la principal razón por la que a algunos Basile ni nos va ni nos viene, tiene nombre y apellido: Carlos Bianchi. Se preguntarán qué tiene que ver? Vean:

Hasta el arribo de Bianchi a Boca (apenas terminadito el mundial 98), la mano venía de frustración en frustración. Hubo de todo: buenas, regulares y malas campañas, rachas increíbles, perjuicios arbitrales (aunque Ud. lo crea), caídas estrepitosas en las últimas fechas etc etc. Pero sobre todo, lo que predominó fue el desatino mancomunado de dirigentes, técnicos y jugadores... Los cambios de estilo permanentes, los técnicos que llegaban con 15 jugadores, la enorme cantidad de caciques, la camarilla interna (y eterna). Todo esto derivó, como no podía ser de otra manera, en una consecuencia bastante lógica: el fracaso deportivo.

Quizá el golpe de suerte más grande en la vida de Mauricio (además de haber nacido en esa casa) fue contratar a Bianchi. Desde lo extrafutbolístico, el mérito más grande del nuevo DT fue “poner la casa en orden”. Borró a algunos históricos, unificó el discurso hacia fuera, adoptó un perfil bastante bajo impulsando la idea de no generar polémicas mediáticas. A todo esto contribuyó la rápida obtención de resultados. Después de casi 6 años boca ganó un nuevo torneo local... y luego otro más... y luego llegaron las Copas internacionales, pero todo esto ya lo saben. Fue esto resultado de un milagro? Entiendo que no. A la tranquilidad obtenida fuera de la cancha, le sumó muchas virtudes dentro de ella. A saber: orden táctico; buena preparación física; motivación absoluta a los jugadores titulares y más aún a los suplentes (así obtuvo de cada jugador más que ningún otro técnico); inculcó su idea de juego en forma clara; supo transmitir a sus dirigidos el secreto del control psicológico de los partidos (cuándo atacar, y cómo; cuándo esperar y contragolpear; cómo lastimar más a su rival de turno) y así, el equipo derribó rivales muy superiores en los papeles, y llegó a instancias impensadas unos años atrás. Tal vez podría definirles mi sensación cuando Bianchi dirigía a Boca: estaba seguro, me sentía tranquilo, el equipo era previsible y confiable. Y ojo que no son todas rosas. El Boca de Bianchi nunca fue el fútbol total de Holanda del ‘74, y nunca tuvo el juego vistoso de Argentinos del ’84, ni los lujos del River del ‘97... pero tengan en cuenta que en ese momento Boca necesitaba otra cosa.
Pues bien, para entender la idolatría hacia Bianchi, hay que pensar en el pasado inmediato de Boca hasta su llegada.
Para entender la indiferencia hacia Basile, hay que pensar en Bianchi: el "Coco", a pesar de contar con el mejor plantel de la Argentina, nunca supo lograr el equilibrio. Nunca supo armar un esquema de juego previsible, confiable, en el que se le ganara al que había que ganarle (sí, suena feo pero es así), y se le encontrara la vuelta, el punto débil a aquellos otros que vinieran chivos. Por el contrario, Basile implementó, desde el comienzo, la estrategia de atacar “A la carga barracas” (algo parecido a lo de Bielsa), sin importarle demasiado lo descompensado que pudiera quedar el equipo. Privilegió los nombres por sobre el esquema y así sufrió la contracara de esa apuesta: cuando las individualidades no surgieron, el equipo lo lamentó, cuando las figuras no estuvieron, el equipo se resintió.
De todas formas hay que reconocerle algunas virtudes: la vocación ofensiva, aún descontrolada, debe ser valorada. La búsqueda del buen juego, aún a cuenta gotas en muchos partidos, también. Que los jugadores se sintieran por encima del rival casi siempre (es muy difícil ver a este Boca colgado del travesaño), aún cuando a veces eso le jugó en contra (porque se relajó y se confió), es meritorio también.

Bueno, he terminado. No pretendo que compartan, sino que traten de entender lo que hasta ahora parece de imposible comprensión. No estamos locos, es que nos cuesta desacostumbrarnos. Al que llegó hasta aquí, gracias por la paciencia.