Los torneos de verano

| lunes, enero 25, 2010


En el inicio de cada año, en el medio de un clima cálidamente húmedo, ojotas y sombrillas, entre el bronceador y el mate playero, aparece la figura de los “Torneos de Verano”. Sin pensarlo mucho, si uno es futbolero de ley y está en Salta, Mar del Plata o incluso Mendoza, probablemente vaya a ver algún partido que le propone este tipo de competición. Es la naturaleza del fanático del fútbol en épocas de abstinencia: sea amistoso o sea oficial, siempre quiere verlo.


Esta columna va apuntada a otro factor. No se trata del efecto que provoca esta clase de torneo en la gente, sino mas bien en lo que termina provocando en los protagonistas de él: llámese jugadores, cuerpo técnico o dirigentes. La pregunta es la siguiente: ¿son realmente necesarios? ¿Tienen alguna función? ¿Otorgan más ventajas que desventajas a los que participan de ellos?


Para empezar a analizar la cuestión, queda claro que el momento en el cual se disputan no es el mejor. Con solo decir que comienzan entre 3 y 5 días después de que arrancó la pretemporada de los equipos, y finalizan apenas unos días antes de que comiencen los partidos por los puntos, el punto se justifica a sí mismo. Es una etapa en donde los jugadores están “duros” (que fea expresión esta) y se asume que no van a poder estar al máximo en cuanto al nivel técnico/futbolístico. El miedo a una lesión es recurrente y no es coherente arriesgar a todos los jugadores en pos de un resultado que no brindará nada… ¿no brindará nada?


Hace mucho tiempo ya, los Torneos de Verano solo significaban una forma más de recaudar dinero, por sobre todas las cosas, y por otro lado (el menos importante) una forma de que los equipos vayan encontrando la mejor forma futbolística de cara al nuevo campeonato. Titulares, suplentes o mezclas de ambos disputaban los encuentros para poder aceitarse en la faz técnica, y de paso se exhibían ante un público que no siempre tenía la chance de poder verlos. Hoy por hoy, la mayoría de los equipos (al menos los de técnicos más cautos) eligen poner mayoría de suplentes o algún equipo combinado para seguir con los fuertes entrenamientos en los días posteriores al partido. ¿Sigue siendo así en la actualidad?


Ya hemos visto lo que puede generar un Superclásico “amistoso” teóricamente, de verano, que no tenía “demasiada importancia”. De un lado, un equipo que se siente renovado por la performance que tuvo ante su clásico rival y sobre todo por la forma de lograr el resultado. Del otro lado, más dudas que certezas. Todo un aparato mediático esperando la renuncia de un técnico que está en la cuerda floja desde hace ya mucho tiempo. ¿Tan grave es perder un partido de verano? La pregunta tiene que ver con la forma más que nada. Si el partido hubiese tenido el mismo resultado pero un desarrollo diferente, hubiese molestado en todos los hinchas del equipo perdedor, pero no sería la muerte de nadie. Sin embargo, si tu eterno rival te pasea en gran parte del partido y no te hace más goles solo porque no tiene un delantero de área como la gente, ahí es cuando empiezan los problemas. Hoy por hoy, los partidos de verano pueden sentenciar la suerte de un técnico de trayectoria como Alfio Basile, y esto nos dice algo…


Personalmente pienso que este tipo de torneos, movidos por la avaricia y por el marketing, solo benefician a unos pocos. Los clubes no ganan demasiado y, en cambio, se arriesgan a perder mucho. Malestar en la gente, bronca de los hinchas y técnicos con la soga al cuello son una combinación que, de cara a un comienzo del torneo cada vez más próximo, pueden desencadenar en un problema de magnitudes mayores en muy poco tiempo. Al fin y al cabo, los que mejor se preparan son aquellos que hacen la pretemporada en tiempo y forma, tienen 3 o 4 partidos amistosos sin demasiada cantidad de gente o de medios presionando, y luego llegan en óptimas condiciones a disputar el primer encuentro del torneo. Entonces: ¿valdrá la pena que sigan existiendo los Torneos de Verano?