Una reflexión

| domingo, junio 04, 2006

Voy a tratar de explicar lo más brevemente posible mi posición sobre algo que personalmente me molesta bastante, esperando que no se vea, lea o escuche más en ninguno de los espacios de opinión que, sometidos a las catalogaciones, reciben diversas apreciaciones por parte de los profesionales. Es decir, aquellos a los que se les paga por ejercer su profesión.

Surge una reflexión en mí a partir de algunas frases escritas por Juan Pablo Varsky -periodista corresponsal de Diario La Nación- en su irónicamente titulado post "Nunca escribiré en un blog", respecto de la "posición outsider-me las sé todas-no paro de hablar de mí-soy un gran observador de la realidad" que le adjudica a los bloggers, a los que también define en contexto como "vanidosos y egocéntricos".

Sin aludir a Varsky como un defensor ni menos representante de la legión de periodistas "que supimos conseguir", me parece que sería bueno analizar qué tan diferente es el rol de muchísimos periodistas que sabemos o suponemos diferentes a Varsky. Y bien, qué tan lejos pueden estar aquellos periodistas "in situ"/"on side" en sus acciones, de las continuas y muchas veces involuntarias desprolijidades que hay en los blogs de fútbol "hechos en casa". Llamémoslos también "outside", para acomplejarnos ante la verborragia expuesta con anglicismo innecesario incluído.

Sucede, estimados lectores, que la naturaleza que parece construirse a partir del perfil del blogger promedio, resulta ser exactamente la misma que la de muchísimos periodistas deportivos, incluso algunos de los que fueron a Alemania a trabajar.

¿Por qué razón?: simplemente porque los malos periodistas alimentan a los malos bloggers. Los malos bloggers publican estupideces. Pero seguramente, esas estupideces ya habrán surgido mucho antes en algún medio. El medio como una forma empresarial dispuesta, por lo general, a permanecer en lo adamantino y claramente trillado de la la libertad de expresión o el "periodismo independiente". Los mismos medios que puede transmitir estupideces como las que se pudieron ver, leer o escuchar en los últimos días.
Especulaciones sin el más mínimo respeto por la vida ni por la integridad de personas que simplemente van a hacer lo que saben o, por lo menos, a competir siendo esa la razón por la cual se entrenan, se preparan mentalmente, y se disponen a ofrecer ese tiempo allí, dedicados a esa otra profesión. Ejercida, claro está, en un país donde resulta irrestrictamente feliz, aleccionador y justificativo de bondades un juego de 11 personas atrás de un esférico que debe hacerse ingresar en más ocasiones en el receptáculo de los 11 contrarios, que las veces que ellos lo hagan ingresar en el propio. Que será bello y placentero una vez que la paz y el respeto, ese que ya mencioné, pueda ser piel en todos. Y así disfrutar del fútbol.
Para entender el aún más simple y cínico razonamiento de aquellos que hacen lo que pueden y buscan a cualquier precio la forma de encontrar o inventar ribetes donde no los hay. Lamento, por eso, haber leído en este mismo espacio la mención al aparente problema de una de las figuras de nuestro seleccionado.
Nos debemos un gesto de reflexión, y una vez así, confirmar esa característica que une a los bloggers con los peores periodistas. Porque, para colmo de seguir alimentando estupideces, se abre el camino a que se alimenten estúpidos. Esos que venden humo y juegan a favor de la muerte.
A esos hay que callarles la boca, pero sin la violencia de la misma muerte que ejercen. Sino con un acto voluntario, propio y digno: cerrar los oídos y no repetir sus palabras.
Justo después, empezará el partido y ellos habrán dejado de hacer su negocio. Porque lo único que hay en el Mundial, es futbol que se juega. Y no humo que se vende.