Mirando la tabla de los campeones del fútbol argentino acaso denotemos algo más de la punta del iceberg si el iceberg viene a ser la diferencia establecida y asentada de los dos “grandes”, Boca y Ríver, respecto del resto de los clubes que tienen la posibilidad de medirse futbolísticamente con ellos en los torneos de 1º división.
Veamos que el corte histórico, tanto en logros (o participaciones) de torneos locales como en internacionales, viene dado desde los inicios. Pero también veamos las épocas en las que Ferro, Vélez, Newells, Central, Argentinos Júniors, Estudiantes y otros podían marcar diferencias futbolísticas que tuvieron la consecuencia de uno o más trofeos (que Estudiantes se lleve el Apertura 06 responde a que Boca no hizo 1 punto de los últimos 9 que jugó.)
Y esto, como dijimos, no sería más que la visión estadística del caso (apenas algo más que la punta del iceberg si el iceberg es la real desigualdad). Porque estos números no reflejan las recaudaciones en los estadios, ni las giras europeas, ni las invitaciones internacionales, ni las oficinas de marketing, ni las desmesuradas diferencias recibidas por contratos televisivos desde la AFA (intermediaria), ni la plantillas (cualitativa y cuantitativamente), ni las sumas destinadas a refuerzos y los valores deportivos exportados en cada temporada. ¿Qué puede hacer un piloto de Spyker contra un piloto de Ferrari si la italiana invierte los millones que no invierte Spyker en la máquina?
Sabe decirse que el fútbol (en tanto juego) es uno de los pocos ámbitos que puede hacerle dribling a la primacía del más rico y allí radica uno de los caracteres más atractivos de este deporte federado (aunque después veamos que los talentos sean succionados por la maquinaria empresaria que continúa esperando y fagocitando hallazgos).
¿Se empañan los torneos? ¿Pierden atractivo ante semejante desigualdad ya instituida?
Justamente este tópico es rozado por Grondona cuando se le recrimina la actual organización de torneos de una rueda (cortos). El presidente de la AFA responde que el sistema no hace sino incrementar las expectativas y las esperanzas, que más equipos tienen posibilidad de acceder a las copas internacionales y que hay varios premios por los que jugar. Desde algún punto de vista puede ser cierto (no defendible). De este modo un torneo de 19 fechas y 20 equipos se subdivide en distintos torneos según posibilidades y pretensiones: unos que juegan por permanecer, otros por mejorar el promedio del descenso, otros por arañar alguna entrada a copas y los menos por el campeonato (lista en la que indefectiblemente aparecen Boca y Ríver recibiendo algún agregado o invitado de buen momento).
¿Cuántas veces, de 20 años a esta parte (que 20 años no es nada, dice el tango) se ha oído sobre los desequilibrios económicos que erosionan la igualitaria competición deportiva? ¿Por qué se han visto festejos de equipos (denominados) chicos con tanto y más público que su propia parcialidad? ¿Por qué se festeja el triunfo del “chico”, humilde o modesto ante el “grande”? ¿Por qué le cabe la mirada simpática del resto de la afición?
¿Cómo bregar para la igualdad de oportunidades para que, desde el entorno, algo llegue a las canchas? Pues es un debate tan trillado como inútil. Sin embargo en este fútbol argentino de hoy, las sorpresas y las novedades no dejan tregua. Pudimos ver este fin de semana el primer encuentro en primera división entre San Martín de San Juan y Ríver Plate. Toda San Juan (a 1100 kms de Buenos Aires) se revolucionó tras la llegada de las estrellas riverplatenses y, como Ríver, también aparecieron allí situaciones inéditas propias de un pueblo llamado a ser noticia futbolística nacional por primera vez en su historia de club. Los sanjuaninos ganaron 1 a 0. ¡A Ríver! ¡Sí a Ríver! El chico se comió al grande. El provinciano nubló todas las estrellas. ¿Vieron? La desigualdad de la que tanto se habla ¿dónde quedó? El fútbol no deja de ser un juego y en los juegos no hay ricos ni pobres sino preparación, destreza y astucia. No es mentira. Pero desde otro lugar podríamos ver que cuando no se actúa, cuando no se interviene, cuando no se regulan ciertos desequilibrios evitables, de algún modo (siempre más doloroso) aparece una forma atenuante con bríos de autodepuración, como los glóbulos de nuestra sangre, como la defensa de un organismo vivo: así como la policía no interviene en las barrasbravas y la AFA en su relación con las dirigencias deportivas, los matones se matan entre ellos, ahora podemos ver – con todas las desigualdades vigentes y el mayor respeto por el valiente San Martín de San Juan – como el fútbol argentino se iguala para abajo.
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