Conmovió el mercado argentino la sorpresiva venta del juvenil volante de Blanquiceleste S.A, Maxi Moralez, más que nada debido a lo fugazmente que se produjo, y a lo rápido que se arregló todo. La situación era simple: un club (FC Moscú) que ve videos, un intermediario que lo acerca, otro club (BC) que desespera por dinero, y finalmente un jugador que se va para "salvar a su familia". ¿A qué costo?
Sinceramente, preferiría no hacer una columna moralista barata ni empezar a despotricar y criticar al enanito campeón del mundo sub 20 por arruinarse (con toda seguridad) la carrera, y desaparecer del mapa futbolístico, con el objetivo de ganar el mayor dinero posible y asegurarse un futuro. Sin embargo, esto me hizo pensar y recapacitar. Moralez es uno más de los chicos que mamaron el fútbol desde pibes; que jugaron en los potreros, que luego fueron a un Club a probarse, y finalmente, cumplieron su sueño: debutar en Primera. Moralez empezó a jugar al fútbol porque le gustaba, y ahora termina jugando porque DEBE hacerlo, para salvarse; por el dinero, pura y exclusivamente. ¿La culpa de esto quién la tiene? ¿Un país que no da para nada, un campeonato totalmente devaluado, un club que no puede retener a nadie (Bergessio, Romero, ahora Moralez) o el jugador, que prefiere hacer la ya titulada "gran Cavenaghi" y exhiliarse del globo terráqueo futbolístico para aterrizar en tierras frías y alejadas? Igualmente, tampoco considero que sea lo más importante dilucidar de quién es la culpa. Lo preocupante es que ahora los jugadores no tienen ni tiempo de mostrarse en su Club. Muestran alguna cosita linda en algún juvenil o algún amistoso, y ya los tenemos rondando por Europa. Y por otro lado: ¿quién le asegura a este chiquitín de Santa Fe que, de hacer una carrera "lógica", como sería seguir en Racing un tiempo más y luego esperar una oferta de España, Italia, Inglaterra, etc no se va a salvar?
Hace poco hablamos del nivel del campeonato argentino...así es imposible lograr un campeonato realmente atractivo. Nos tenemos que bancar ver torneo en los cuales gana "el que menos se equivoca", con periodistas deportivos que califican de gran equipo a aquel que "tuvo menos errores y fue ordenado". Con este concepto del fútbol, no me extrañaría que Gustavo Alfaro y alguno de esos equipos humildes que agarra terminen dando la vuelta en Japón.