Brasil nos tiene de hijos, inútil es ya negarlo entre arrebatos de pasión y nacionalismo fingido. Hemos comprobado con resignación como alzaban la última Copa América en nuestras narices luego de habernos vencido con autoridad y desdén en un encuentro que a priori teníamos grandes chances de ganar. La herida sigue abierta y aún saboreamos el hedor sanguíneo en nuestras fauces luego de tan terrible nock-out, parpadeando ferozmente para mantener la cordura.
Pero de la misma manera que siento que todo en esta vida tiene explicación (de otra manera no hubiese elegido esta profesión), este caso no escapa a mis creencias...
Los jugadores brasileros han sido históricamente considerados en mayor valía que los argentinos. Mientras que un Roberto Carlos jugaba en el Real Madrid donde fué ídolo por más de una década, Roberto Ayala, si bien era capitán y figura, jugaba en el Valencia. Rivaldo y sus fantasías decoraban la azulgrana de Cataluña al tiempo que el goleador histórico de la celeste y blanca arrastraba zagueros en la Fiore. En el verano europeo del '03, tras el histórico "tu no sprintas nada" de Van Gaal, Riquelme fué cedido al Villareal por dos temporadas, causa y consecuencia de la llegada de Ronaldinho proveniente del PSG por un monto de 30 millones de euros.
No quiero ahondar en nombres más de lo expuesto con el fin de no caer en el abismo de las opiniones cruzadas, pero sí pretendo dejar la siguiente reflexión: hay que ponerse en la piel de los jugadores, más aún, de las personas, e imaginarse cómo podían sentirse estos compatriotas que tenían que enfrentarse a quienes simplemente por cuestiones de nacionalidad gozaban de prioridad en los mejores equipos del mundo (Exigo a mis lectores no caer en el facilismo de los millones que embolsan por "patear la pelotita todo el día", ya que cualquiera que se haya calzado un par de botines o Toppers siquiera, sabe que cuando se pisa el césped sólo se trata de ganar).
La situación actual es diferente. La autoestima de ésta selección tiene el aval de un Messi ídolo en el Barça, un Carlos Tevez indispensable en el mejor equipo del mundo, de la mejor versión de Mascherano, de un líder natural como Martín Demichelis, de un polifuncional como Burdisso sumado a las grandes figuras ya conocidas y promesas como Monzón, Carrizo, DiMaría, etc.
Con esto no pretendo degradar al fútbol brasilero ya que considero al deporte una expresión artística y el jogo bonito es el summum del rubro. Simplemente expongo sin sonrojarme que ambas selecciones están en igualdad de condiciones y mi tonta vanidad argenta se vería seriamente afectada si en el año 2010 en tierras africanas, en el rectángulo sagrado, esta sentencia se transformara de un deseo a un epitafio.
Creo fervientemente que han vuelto los buenos tiempos para los argentinos amantes del fútbol luego de tantos años de desencantos y de rivalidad unilateral. La purificación espiritual está cerca...
El "Cuco" verdeamarello
| Etiquetas: Brasil, Opinión, Román, Selección Nacional, Sudáfrica 2010
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