Era esperable. Para ser campeones olímpicos primero había que sacarles la medalla de oro a ellos. Los yanquis la tienen atada, no solo por el juego, sino por el tema físico.
Argentina llegó finiquitada físicamente. Se llegó a decir que íbamos en busca del milagro, que había un 80%-20%, un 90%-20%. El partido contra Grecia nos mató, nos dejó sin resto.
Punto aparte merece la lesión de Ginóbili, a tres minutos del final del primer cuarto dejó la cancha y chau, no volvió más. Popovich debe estar colgado de las paredes allí en EEUU. Nocioni jugó todo el partido en una pierna.
También es cierto que no ligamos ni un poquito, pero es evidente que no perdimos por ese condicionante. Quien nos quita la bronca de la falta inexistente que le cobraron a Gutiérrez que permitió al Dream Team irse al entretiempo con 9 de diferencia y un poquito más de aire.
Nocioni se ganó el premio de los huevos de oro. Scola no se queda atrás en ese rubro. Al final Manu evidenció los problemas físicos previos a los JJOO, así y todo se las ingenió para seguir siendo el Maradona del básquet nacional. Pulgares arriba para los grandiosos Oberto que parece que tiene 25 años, Delfino, Scola, y el gran base Prigioni.
Queda la medalla de bronce, la medalla que cobra valor varios meses después de lograrla. Ahora es momento de llorar, descansar y mañana a luchar de nuevo, que el domingo queda un partido más, el que determina si volvemos con algo o con las manos vacías. El bronce vale mucho, vale oro. Esta selección lo merece. Aunque es casi imposible que Manu juegue, tenemos equipo como ya se vió en reiteradas situaciones, por ej, en el maravilloso segundo cuarto. Es clave descansar y dejar atrás este partido.
De estar 21 puntos abajo en el primer cuarto, llegamos a estar a sólo 6 puntos (46-40 que ilusionó y mucho) con un Scola impresionante, luchando sólo contra los monos. De eso habla este grupo de basquetbolistas, de esa manera de jugar, del corazón antes que nada. Si hay algo que este país puede estar orgulloso, es de este grupo de deportistas.
Muchos creen que probablemente esté llegando el final de una generación dorada, la mejor de la historia de este país en ese deporte. Dios quiera que exista un recambio.
Argentina llegó finiquitada físicamente. Se llegó a decir que íbamos en busca del milagro, que había un 80%-20%, un 90%-20%. El partido contra Grecia nos mató, nos dejó sin resto.
Punto aparte merece la lesión de Ginóbili, a tres minutos del final del primer cuarto dejó la cancha y chau, no volvió más. Popovich debe estar colgado de las paredes allí en EEUU. Nocioni jugó todo el partido en una pierna.
También es cierto que no ligamos ni un poquito, pero es evidente que no perdimos por ese condicionante. Quien nos quita la bronca de la falta inexistente que le cobraron a Gutiérrez que permitió al Dream Team irse al entretiempo con 9 de diferencia y un poquito más de aire.
Nocioni se ganó el premio de los huevos de oro. Scola no se queda atrás en ese rubro. Al final Manu evidenció los problemas físicos previos a los JJOO, así y todo se las ingenió para seguir siendo el Maradona del básquet nacional. Pulgares arriba para los grandiosos Oberto que parece que tiene 25 años, Delfino, Scola, y el gran base Prigioni.
Queda la medalla de bronce, la medalla que cobra valor varios meses después de lograrla. Ahora es momento de llorar, descansar y mañana a luchar de nuevo, que el domingo queda un partido más, el que determina si volvemos con algo o con las manos vacías. El bronce vale mucho, vale oro. Esta selección lo merece. Aunque es casi imposible que Manu juegue, tenemos equipo como ya se vió en reiteradas situaciones, por ej, en el maravilloso segundo cuarto. Es clave descansar y dejar atrás este partido.
De estar 21 puntos abajo en el primer cuarto, llegamos a estar a sólo 6 puntos (46-40 que ilusionó y mucho) con un Scola impresionante, luchando sólo contra los monos. De eso habla este grupo de basquetbolistas, de esa manera de jugar, del corazón antes que nada. Si hay algo que este país puede estar orgulloso, es de este grupo de deportistas.
Muchos creen que probablemente esté llegando el final de una generación dorada, la mejor de la historia de este país en ese deporte. Dios quiera que exista un recambio.