Y llegó el día. Luego de esperar cientos y cientos de días para volver a ver en acción a uno de los mejores técnicos que sin dudas ha dado nuestro menospreciado (a veces) fútbol argentino, el señor (con todas las letras) Marcelo Bielsa volvió al ruedo, a cargo de la Selección de Chile. Fue con derrota, es cierto, 2-1 ante Suiza, en su primer partido. Sin embargo, todos los que observaron el partido concuerdan en que se vió, después de mucho tiempo, a un Chile diferente, con vocación ofensiva, con el arco rival siempre puesto entre ceja y ceja, y sin apostar al "pelotazo y vamos a ver qué pasa" como se hacía con técnicos como Nelson Acosta, Juvenal Olmos, etc (todos ladris, bah). Fiel a su historia, esta vez paró una línea de 4 en el fondo "mentirosa", con dos volantes de contención en el medio, un enganche marcado, y 3 puntas arriba (los dos famosos wings y el 9 de área que hace años que no vemos). También, correspondiendo la idea de atacar que quiere plasmar siempre en sus equipos, se vieron a los laterales subiendo en muchísimas oportunidades, y los volantes llegando "en manada" para intentar quebrar el cero en el arco rival. El equipo jugó bastante bien, pero tuvo ciertos errores casi estúpidos se podría decir que marcaron el partido. Contrario a lo que se pensaba, Salas finalmente no empezó como titular, y su lugar lo ocupó uno de los mejores delanteros lationamericanos de la actualidad, Humberto Suazo, que no tuvo una tarea demasiado buena, pero aportó sacrificio, como suele hacerlo.
En fin, fue el primer partido y sacar conclusiones (de las buenas o de las malas) me parece que sería de periodista amarillo pseudo Liberman-Niembrito, pero la verdad es que el comienzo ilusiona. Más allá de que la tarea haya sido mala o buena, se nota un cambio de actitud y de intenciones a la hora de pisar el campo de juego por pate de los jugadores. La Selección dejó de ser un sufrimiento: todos quieren tenerlo a Marcelo.