Los emblemas nacionales, esos colores, escudos, heráldicas, apellidos que construyen la identidad de un país. Esos que se enarbolan para bien y para mal cuando unos u otros quieren defender o adquirir algo, esos iconos por los que “vale” la pena morir. Banderas rescatadas de batallas, estandartes en primera fila de combate, águilas que marcan el punto de embestida de las legiones, la arremetida de un sueño mas grande que todos ellos, que todos nosotros; un sueño de imperio. Iconos que han marcado épocas y algunos que la siguen marcando, barras y estrellas quemadas por hoces y martillos o por media lunas que a su vez fueron quemadas por cruces, republicas sometidas a monarquías, monarquías derrocadas por estados, estados convertidos en dictaduras canciones que brindan esperanza y otras que por el contrario nublan corazones según el lado del que se este y según el color con el que se lo mire. Hoy cuando el mundo sigue enfrascado en los mismos iconos estancados, explotados y rebajados por los medios de comunicación, un mundo donde hay equipos de serie A como el Livorno que festejan los goles con el puño izquierdo en alto, donde hay equipos como la Lazio que contrariamente festejan a mano alzada como los romanos dicen ellos, como el tercer rich digo yo, donde hay equipos en los que no quieren jugadores extranjeros o equipos donde la raza o el credo son factor es determinantes sobre la calidad futbolística de los jugadores a la hora de su contratación me pregunto ¿Que valor juegan en todo este accionar de posturas, que poco tienen de consistente y mas de mediática, las selecciones nacionales? ¿Pueden los éxitos deportivos de una selección opacar o mitigar el accionar de un país? ¿No esta el deporte sobre esta cuestión? ¿Acaso una jugada de gol consumada en su plenitud no trasciende a la política? No genero (no en el momento pero si a lo largo de los años) el gol de Maradona a los ingleses un ficticio sentimiento de revancha contra la guerra de Malvinas para quedar ensombrecido el acto por la grandeza de su perfección hasta tal punto que años después los mismo ingleses llamaron al ejecutor de tamaña jugada a sus claustros académicos para distinguirlo con un Honoris Causa. Los Senegaleses no son mas o menos pobres por haberle ganado a Francia en el 2002, ni Irán cambiara un ápice su política exterior por enfrentarse con EEUU en una cancha de fútbol. Atrás quedaron Mussolini, Videla, tristes hombres que marcaron épocas tristes que no entendieron que la única revancha que se toma el fútbol es contra el fútbol mismo y que nada sabe la pelota de tapar muertos y demases por mas gritos de gol que se escuchen. Por eso que se canten o no los himnos en un estadio, que aquellos que jueguen tengan los colores de su nacion en el pecho, que se enfrenten potenciales enemigos tanto limitrofes como ideologicos o historicos, todo ello no sirve mas que para alimentar la falsa esperanza de que un partido de futbol puede cambiarlo todo, camuflar el momento, capear la tormenta.
!No señores! un triunfo puede ocultar algunas cosas por un determinado periodo de tiempo mas o menos largo pero alfinal sera la historia quien juzgue los acontecimientos y no 90 minutos del deporte mas hermoso del mundo.