“La grandeza de las cosas reside en su simpleza”, contradictoria frase mas digna de un poema de Antonio Porchia o de un aforismo de galletita china que de un articulo deportivo. Una frase que si mi memoria no me falla se origina en otra de Shakespeare que dice “Brevity is the soul of wit[1]” o algo similar no tengo ganas de buscar la cita en la obra del sajón (que por otra parte seria como buscar una aguja en un pajar) y prefiero como dijo aquel francés pensar en mi cultura como una memoria incompleta.
Lo cierto es que el fútbol triunfa, el fútbol rige el mundo deportivo guiado por la filosofía de estas frases; no son los millones, la difusión, los grandes nombres, ni las grandes competencias lo que hacen del fútbol el deporte rey (deporte dios?), el fútbol es grande por la simpleza de su juego, por la capacidad que tiene un joven equis para tomar cualquier objeto medianamente esférico o no (quien no ha jugado al fútbol con botellas de plástico) y armar entre dos puntos mas o menos paralelos el arco de sus sueños. Es así como la portería mas grande del mundo no es de el Nou Camp (como supo decir Menotti alguna vez), la cancha mas grande del mundo esta lejos de ser la del Maracana y el gol mas hermoso de todos los tiempos no es el segundo de Maradona a los Ingleses. El fútbol reina justamente porque el arco mas grande del mundo quizás sean dos sillas en el patio del fondo, o dos remeras en una plaza; el terreno de juego mas grande del mundo quizás se encuentre en lo alto de alguna montaña, o en alguno de los campos de refugiados (que lo hay y muchos) que pueblan África y el gol mas hermoso de todos los tiempos puede que viva inadvertido en la memoria de 6 jóvenes que jugaron un picado una mañana de invierno.
Y son ellos: El niño que juega solo pateando contra la pared, los refugiados que olvidan sus penurias momentáneamente cuando esa pelota de trapo comienza a rodar, los amigos que rondando los 50 se juntan a comer para revivir los momentos del pasado corriendo una pelota de cuero que a sus ojos los hace rejuvenecer, son ellos y no otros los que le otorgan la facultad de reinar al fútbol sobre las demás disciplinas deportivas y es que el balompié (si se me permite el arcaísmo) posee una facultad por demás determinante a la hora de justificar su reinado y es la de volvernos a todos por al menos algunos instantes niños que juegan. Si uno se quisiera poner en académico llamaría esto la función lúdica del objeto (el objeto al pelota) pero aquellos que usan esta terminología quizás nunca hayan jugado al fútbol y por ello desconocen la primera de las verdades, la que origina el mundo del fútbol. El simple deseo de patear una pelota.
Por supuesto esta filosofía tiene de tanto en tanto paladines que la comprenden y que como buenos acólitos la desparraman a los cuatro puntos cardinales de nuestro planeta y son ellos los jugadores más simples los que terminan brillando, deslumbrando nuestra retina. Players como Riquelme, Ronaldhino, Zidane que no necesitan un despliegue desorbitarte para plasmar lo que saben en un terreno, para robarse las miradas y los aplausos de la mas austera de las plateas. Ilusionistas que pueden transmutar los silbidos en vítores y acallar estadios repletos. Ellos dominan en el concepto, ellos como los antiguos sacerdotes conocen el secreto, conocen el verdadero nombre de este dios esférico y ello les otorga la virtud de controlarlo: Ese nombre es Simpleza, entender esto es entender el juego en si mismo después tan solo queda el Parnaso.