Periodismo Cero.

| jueves, octubre 02, 2008

En tiempos donde la oferta supera a la demanda, el periodismo deportivo sigue cayendo de manera proporcional al nivel de nuestro fútbol local. Las razones pueden ser varias y variadas pero, en ambos casos, todas hijas de la madre economía que reina en esta parte del mundo.
Que Ríver espere de manera incondicional el regreso de Buonanotte desde Beijing para esperanzarse en las cuestiones de armado futbolístico de un equipo anónimo o que Boca salga a buscar un goleador (Figueroa) como quién va en busca del agua bendita que solucione todos los males son signos irrevocables tales como que nuestros equipos clasificados a la Copa Libertadores peleen palmo a palmo, punto a punto y gol a gol las primeras fases clasificatorias con ignotos equipos ganadores de liguillas.
El periodismo deportivo no le va en saga. Programas televisivos y radiales conducidos por chicas que no saben los nombres de los campeones del 86, noteros que preguntan por el Gran DT antes que por el juego, panelistas que cumplen el minuto de habla con generalidades de bar cerrando y periodistas que inventan noticias o, peor, historias.
No podemos obviar, como se imaginarán, al más inverosímil de los periodistas – que supo ser funcionario menemista e interventor de canal 11 – don Fernando Niembro que desde la confrontación con Jorge Messi a raíz del conflicto Barcelona – COI por la cesión de jugadores a selecciones, no deja de contarle las costillas a la pulga. Horacio Pagani, en la misma línea, analiza los partidos de Boca en función a las performances de Riquelme y no al revés, como debiera ser si se quiere plasmar una realidad. Noteritos del diario Olé continúan la senda riquelmista hasta lugares tan exagerados como insospechados e insólitos.
Se trata de vender, está bien. Nadie vive sin el bien preciado: el billete. Pero como en todo orden o todo rubro existen quienes venden su opinión, profesión y hasta su ética por el efectivo (el fin justifica los medios) y quienes se respetan en dignidad y honestidad intelectual. Todos, de una u otra forma, pagan un precio.
Pero el problema de los muchachos como Niembro y Pagani es que no son inofensivos. Sus pobres mecanismos de subsistencia, sea corrupción o la simple búsqueda de polémica con el fin de atraer, hinchalizar y dividir audiencia (que trae sponsors y billetes) generan deformaciones en la opinión pública deportiva que, incluso, hasta inducen a la violencia.
Quien escucha a estos muchachos no va en busca de periodismo, crónicas de partidos o novedades deportivas como de parcialidades, chicanas o torpes y simpáticos parcialismos. Incluso el oyente puede terminar defendiendo posturas de las que no está convencido sólo por el hecho de que la propone otro personaje enfrentado con Niembro o Pagani. Y ahí nos vamos muy lejos del fútbol.
Esta cuestión de recurrir al tinte personal, polémico, la falsa e irritante intervención sin salirse del apoyo de hinchadas mayoritarias en lugar de ejercer el periodismo como tal es lo que tenemos multiplicado y generalizado en los medios, casi tan lánguido, pálido y renuente como nuestro fútbol de cada domingo.