Entrevista a Jorge Mario Trasmonte: "No somos los mejores del mundo"

| jueves, septiembre 04, 2008

Jorge Mario Trasmonte estampa frases de alto voltaje sin ser esclavo de sus propias palabras. Periodista de reconocida trayectoria, con propiedad y nombres propios bucea entre las virtudes y miserias del mundillo futbolero argentino e internacional sin caer en obviedades ni obsecuencias.
Diseccionar esta entrevista le ha parecido a este humilde aspirante a periodista un sacrilegio, un desperdicio de reflexión e información concatenada. Digo diseccionar porque editar no sería apropiado, ya que en ese caso prevalecería todo lo relevante. Comprenderán al finalizar la lectura que cada palabra es concienzudamente sopesada por años de información tamizada por este señor, quien en ocasiones viste la piel del lobo caracterizando a "El Francotirador" de Olé.
Y para el cierre, un razonamiento que nos pinta de cuerpo entero a los argentinos.
- ¿Cómo es trabajar para uno de los diarios más importantes del país (Olé)?
- En muchos aspectos es extraordinario. Tenés la contención de una estructura fortísima y sabés que pertenecés a un medio prestigioso, con el plus de haber contribuido a su construcción. Es, a la vez, una responsabilidad altísima.
- ¿Cómo te diste cuenta que querías ser periodista deportivo?
- Casi ni me di cuenta. Cuando volvía de jugar partidos en la escuela o con los pibes del barrio, llegaba a casa y escribía el comentario, hasta con la síntesis y los puntajes como salían en El Gráfico. Me gustaba mucho leer y escribir, y me gustaban mucho los deportes. Fue casi natural terminar el bachillerato y empezar a estudiar en el Círculo de Periodistas Deportivos.
- ¿Cómo ves al momento que pasa el periodismo deportivo argentino en la actualidad? ¿Hay cantidad o calidad?
- Cantidad hay, seguro. Cuando yo empecé había dos escuelas y hoy debe haber como 20. En el barullo, afinar la calidad se complica. Pero hay muy buenos periodistas, en varias áreas; algunas buenas plumas, buenos productores, buenos entrevistadores, buenos movileros, buenos editores. Y otros, digamos, menos buenos. Entre los pibes que estudian, el modelo Bonadeo-Varsky (conocimiento amplio, buen vocabulario, respeto por el televidente, oyente y lector, cultura general, ductilidad, información y opinión) viene cediendo terreno a otros modelos que privilegian un living en el que los futbolistas cuenten sus aventuras íntimas y el conductor se ríe simpáticamente de sus propias burradas.
- ¿Qué opinás del nuevo fenómeno de los blogs: amenazan o colaboran con el mundo periodístico tradicional? ¿Visitás alguno asiduamente?
- Dependiendo siempre de la lucidez del usuario, es más lo que colaboran que lo que amenazan. Pueden ser fuente de consulta y ayudar a medir la temperatura de la gente frente a un tema o un hecho; pueden ser la punta de una investigación o invitarte a un ángulo de reflexión que no habías visto. Son peligrosos en la medida que, no teniendo ninguna regulación, cualquiera dice cualquier cosa y si no funcionan tus anticuerpos la podés dar por válida; cualquiera ofende sin responder por la ofensa y cualquiera miente sin responder por la mentira. Pero, en general, contribuyen a la democratización de la opinión pública y a que se conozcan cosas que los medios de difusión, por una razón u otra, eligen no publicar. No soy visitante asiduo de ninguno en particular.
- ¿Cuántas veces se arrepintió de algo que escribió? ¿Es sano reconocer el error y cambiar la opinión en determinadas ocasiones?
- Es sano y es honesto reconocer el error. Y es evolutivo cambiar de opinión, a medida que uno crece y gana en perspectiva o recibe información segura que antes no tenía o en la que no confiaba. No es sano cambiar de principios; lo que ayer era noble mañana no puede ser innoble, y lo que ayer era traición hoy no puede ser lealtad. Por suerte, aunque soy muy crítico conmigo mismo, no me ha pasado muchas veces arrepentirme de lo escrito. Sí algunas, desde luego, y en varias de ellas tuve la ocasión de enmendarlo públicamente.
- ¿Qué opinás de la salida prematura de jóvenes jugadores que, aún sin experiencia en sus clubes, usan artilugios legales para pegar el salto al exterior?
- El Primer Mundo vio el negocio de invertir en chicos en vez de comprar tantas superestrellas, acá llegan con ofertas irresistibles, y hay una cultura del dinero y de la abundancia que también tienta y desplaza a otros valores. Además, en torno del fútbol hay empresarios con visión y otros sin ningún escrúpulo, dirigentes corruptos y vivillos de variada fauna que encontraron un modo de ganar plata sin laburar, a veces ayudando y a veces engañando a familias de recursos escasos. Andá a decirle a Maxi Moralez, cuando jugaba en Racing que no se fuera a Rusia con la fortuna que le ofrecieron mientras el padre seguía laburando de albañil con el fratacho en la provincia.
- ¿Cómo ves al fútbol argentino actualmente, luego del nuevo éxodo de jugadores que se produjo en este receso? ¿Sigue teniendo la misma competitividad que en épocas anteriores con respecto a las ligas europeas?
- Con esas sangrías, pierde competitividad. Pero increíblemente también se repone y se regenera. Se fue Germán Denis a Italia, pero vino Leonel Núñez en su lugar; se fueron Tomás Costa, Piatti, Laucha Acosta, Pelletieri, pero volvieron Equi González, Cubero, Somoza, Santiago Solari, el Lobo Ledesma, La Gata Fernández... Nuestra liga sigue siendo de alto nivel.
- ¿Por qué la Selección no ha conseguido ningún título significativo en los últimos años?
- Con la Selección estamos un poco engañados por el período 1978/90, cuando se llegó a tres finales mundiales y se ganaron dos. Pero, aunque ese período reposicionó a Argentina en una elite, nos pareció que la final era nuestro lugar natural en los mundiales, y eso no es así. En aquel entonces nosotros tuvimos un mundial de locales y a Maradona en todo su esplendor; sin esos dos detallecitos, acaso no hubiésemos jugado ninguna de las tres finales. Argentina no es candidato a ganar los mundiales, como nos creímos en tiempos de Menotti-Bilardo y Maradona. Finalistas "naturales" serían Brasil, Alemania o Italia. Nosotros estamos para pelearla, pero no somos los mejores del mundo.
- ¿Qué opinás del nuevo rol fundamental que ocupa el mercado en el mundo del fútbol actualmente? ¿Han pasado los futbolistas a ser meros productos del nuevo sistema?
- El mercado ocupa en el fútbol el mismo lugar que en todos los otros aspectos de la vida. Impone su marca por poderío económico, nos guste o no. Los futbolistas no son meros productos en la medida que mantengan la dignidad.
- ¿Qué opina del fenómeno de los grupos inversores en los clubes? ¿Es positivo o negativo? ¿Y el gerenciamiento?
- Grupos inversores y gerenciamientos, en el fútbol como en las obras públicas, no son ni buenos ni malos en sí mismos, y su eficacia depende de que dispongan de recursos reales, sean lúcidos para administrarlos y haya mecanismos de control, de los clubes como del Estado, para que las instituciones no pierdan su identidad y los chorros y aventureros no se la lleven de arriba.
- ¿Cómo ve el arbitraje argentino?
- Mal. En la medida que los sistemas de designación, evaluación, ranking, ascensos de categoría, promociones a internacionales estén en manos de un administrador de presiones políticas y gremiales y no de técnicos en la materia arbitral, se genera un sistema perverso, sin transparencia, con mensajes equívocos y turbios. Los entes de formación técnica han tenido a la cabeza a gente muy valiosa, como Coerezza, Loustau y ahora Elizondo. Pero quién dirige qué partido, quién asciende y a quién congelan, a quién le dan chapa y viáticos internacionales y a quién postergan, quién va a un Mundial y quién se queda, a quién "paran" y quién "juega" (como dicen ellos) siempre, eso lo decide Jorge Romo desde el Colegio de Árbitros, y atendiendo las órdenes de Grondona y las protestas, reclamos y pedidos directos de los dirigentes de los clubes y hasta de la política nacional. Además, el arbitraje es facilísimo de satanizar desde las críticas y opiniones y dificilísimo de ejercer: al árbitro y, sobre todo, a los asistentes, se les reclama ver cosas que la dinámica del juego hace imposible, y los juzgamos con 800 cámaras y documentos fotográficos repetidos mil veces. La pregunta fue sobre el arbitraje argentino; el nivel es malo en todo el mundo, y se nota más o menos según la actitud de los protagonistas. Acá se juega muy sucio y se trata de sacar ventaja por zurda todo el tiempo. Por eso, árbitros que acá los defenestramos tienen más éxito en partidos internacionales, porque en algunos lugares todavía se juega con más lealtad. Baldassi, si controla su tendencia a hacerse cómplice de los jugadores y a la permisividad en lo disciplinario, localmente es el mejor lejos, y puede estar entre los mejores del mundo.
- ¿Qué opinión te merece la gestión Grondona al mando del fútbol argentino desde hace ya 29 años? ¿Debería haber una renovación?
- La renovación es inevitable, con el único que Grondona no ha podido negociar es con el Altísimo, y no va a vivir eternamente. El ferretero de Sarandí ha ejercido el poder como si hubiera leído a Maquiavelo (casi diría, como si él hubiera escrito El Príncipe) y ha sido uno de los políticos (a todo nivel) más vivos de la Argentina en tres décadas, y se terminó comiendo con salsa golf a todos los que lo quisieron voltear, aquí y en la FIFA. Su gestión ha sido exitosa en la estabilidad y se irá con varias medallas colgadas, como el título del 86, los mundiales juveniles, las copas América y los olímpicos. Descriptivamente, sin considerandos morales, ha sido un clásico político argentino peleando en una arena sucia con muchos adversarios sucios. Difícilmente hombres como Amalfitani o William Kent hubieran durado siquiera un período en ese campo de batalla.
- ¿La violencia en el fútbol responde a cuestiones sociales, culturales o políticas? ¿Puede erradicarse definitivamente de las canchas del fútbol argentino?
- Responde a cuestiones sociales, culturales y políticas, y no creo que haya dios que la pueda erradicar. La desigualdad social, la proliferación de pobres, excluidos e iletrados, no la va a arreglar el fútbol y la tendencia es que se profundiza en todo el mundo. Cambiar una cultura por la cual es legítimo putear y agredir en la cancha aunque seas un correctísimo padre de familia, director de una escuela o universidad, sacerdote o neurocirujano, es un trabajo de años y del que pocos están convencidos y dispuestos a sostener en el tiempo, con la inversión que eso requiere también. Y lo peor: con la protección política, la impunidad y el negocio de las barras quedan garantizados. Entonces, o no hay castigos o cuando caen unos, al día siguiente ya hay otros haciendo lo mismo.
Encima, vivimos en un país en el que todos queremos que los otros cumplan las reglas y negamos o justificamos cuando no las cumplimos nosotros. Siempre hay alguien a quien echarle la culpa, no respondemos por nada, y exigimos que vayan presos Di Zeo y Schlenker, pero si metieron en cana a un sobrinito nuestro que estaba tirando piedras con la barra llamamos a un juez, un sindicalista o un político para que lo dejen libre.

Nota por: 8mentiroso
Editada por: Román