Después nos quejamos

| viernes, agosto 22, 2008


Ya es habitual en esta parte del mundo luchar contra viento y marea (léase factores socio-políticos) por un objetivo, en consecuencia nos vemos obligados a hacer todo a pulmón para luego caer en la decepción generalizada de las sociedad, sumergidos en la más frívola indiferencia de quienes nos gobiernan.
Con este mecanismo cíclico, perverso e irremediable como premisa, arribaron 136 atletas a Beijing para defender si se quiere los colores de la patria. De esta lista me veo obligado a descartar los 12 basquetbolistas, 6 tenistas y 18 futbolistas que irónicamente el estado subvenciona y paga por participar. De los 100 restantes, hay solo algunos afortunados que gozan de sponsors transitorios y alguna limosna del estado, que con indignación aceptan mientras dure la cosa.

Con la cabeza puesta en las matemáticas, esa misma que se ejercita en muchos hogares argentinos cada fin de mes, a nuestros atletas se les dificulta focalizarse en lo primordial, en eso que los hizo viajar hasta la tierra de las dinastías luego de entrenarse durante 4 años en sus horas libres en un absoluto olvido. Nunca voy a olvidar al Negro Albarracín contando que en Atenas 2004, mientras que a otras delegaciones les llegaban cajas con todo el equipamento cero Km, ellos fregaban sus kimonos percudidos para que les permitan competir y que todo no sea en vano.

Como próximo desafío se presentan una serie de individuos que hace mucho tiempo, al igual que nuestros heroes (así pretendo llamarlos de aquí en adelante), están mentalmente en esos pocos segundos que representan muchas de las disciplinas olímpicas, con la salvedad de que los primeros lo hacen en el sitio de entrenamiento, y los nuestros, en sus trabajos.

Llegando al final de la recta y con las fuerzas casi extintas, se presenta la competencia, el momento por el cual se batalló, se entrenó y tanto se dejó. Con el último envión anímico nuestros héroes intentan realizar la proeza de pasar la primer ronda clasificatoria, para ostentar soñar con una presea y en el mejor de los casos, estar "feliz por haber participado", en palabras de Pietrobelli (atletismo) y Blaum (natación).

Puede considerarse trivial la necesidad de obtener premios deportivos a nivel internacional considerando que nuestras principales preocupaciones son el hambre en el norte, la inestabilidad económica, la inseguridad, la falta de educación, la deuda externa, etc. Pero visto en retrospectiva, sabemos que las grandes potencias mundiales son predominantes en los Juegos Olímpicos, EE.UU. es el líder del medallero de los juegos de verano con 2.191 conquistas, seguido por su opositor, Rusia, con 1.102, logrando su mayor cosecha participando como la extinta Unión Soviética, en una triste reivindicación del poderío rojo.

Con este último planteo, surge una obviedad: el medallero olímpico es un paneo de la actualidad socioeconómica y nos posiciona inmediatamente debajo de Tailandia o una Mongolia lejos de su era de esplendor de la mano del progresista pero sádico e imperialista Gengis Khan.

Pero ya estoy divagando, mejor no me hagan caso, es sólo un mal día. Algo más y los dejo en libertad...

Recuerdo que unos días después de la apertura oficial en Beijing (con pirotecnia y un agotador orgullo nacionalista), en un programa de radio cuestionaban la ausencia del matrimonio presidencial en la ceremonia, a la cual asistieron la mayoría de los máximos representantes políticos del mundo, entre los cuales estaban Bush, Sarcosi, Zapatero y el mismísimo Lula. En mi cabeza desfilaron imágenes de niños muriendo de hambre en el Chaco, miles de muertos en Afganistán... creo que fue la única vez que estuve de acuerdo en algo con este gobierno.
Después nos quejamos de que Clishhhtina se pasee por Paris como Mariana Nanis en sus épocas de gloria.